28/4/11

Canino, de Giorgos Lanthimos (2009)


Kynodontas (Canino en español) es una película griega del año 2009, una propuesta insana, rara, dura, indigerible y varios sinónimos más. Pero, independiente a ello, es una muy buena película dentro de los marcos del cine contemporáneo. La crudeza de su contenido hace pensar que solamente esto pasa en el cine, pero lamentablemente no es así. Es una historia terroríficamente real.

El muro que separa la realidad de la "realidad".
En un lugar de Grecia apartado de toda civilización, se encuentra la inmensa casa donde vive una atípica y peculiar familia, compuesta por un matrimonio y sus tres adolescentes: la hija mayor (Aggeliki Papoulia), la hija menor (Mary Tsoni) y el hijo (Hristos Passalis). El patriarca (Christos Stergioglou) es el único que tiene la fortuna de abandonar la casa, ya que la esposa (Michelle Valley) ha decidido voluntariamente no hacerlo y los hijos no tienen voluntad alguna. Ese es su mundo, esa es su realidad. Es decir, han crecido en un mundo ficticio, educados acorde a los dogmas establecidos por el padre y regidos al pie de la letra. La capacidad y creatividad del mandamás es digna de elogios, creando un lenguaje propio para sus hijos, en donde la “sal” es el teléfono, el “mar” es un tipo de silla forrada de cuero, los aviones que sobrevuelan por la casa son juguetes inalcanzables y un gato común y corriente es una bestia salvaje. Es allí donde nos damos cuenta de la dictadura que ha forjado el rey con la ayuda de sus esposa, donde el mentir te delata de inmediato, puesto que los únicos que saben la verdad son los padres, independiente de su presencia en el lugar. Dentro de esta realidad paralela, el único “privilegiado” es el hijo, ya que el padre, en una muestra de deplorable machismo, esporádicamente lleva a la casa una muchacha llamada Christina, la cual satisface sus apetitos sexuales. He ahí donde comienza un juego de mundos y realidades distintas, donde Christina se toma atribuciones que no le corresponden y llega a “desordenar el gallinero, por decirlo así.

Los tres hermanos.
El condicionamiento en el cual están insertos los hijos es digno de un análisis psicológico. Siendo animales con la capacidad de raciocinio, Giorgos Lanthimos nos demuestra lo irracional que podemos ser en un ambiente desolador y alejado de la sociedad.

Kynodontas no es para cualquier persona, no solo por lo poco digerible que es, sino porque tienes que pensar y revolver tus neuronas hasta encontrar su objetivo y su finalidad. Su argumento intenso y descabellado, su estilo arriesgado y poco afable para nuestra conciencia, genera un repudio natural hacia la película. Es comprensible, pero el trasfondo y la crítica social que el director nos entrega (independiente de que sea una historia verídica o no) es realmente genial, aunque si no logras descubrirlo será una película más del montón y puede parecerte hasta jocosa. Simplemente eso. Podría comparar este film con el estilo y las genialidades de Gaspar Noé, un tipo que causa conmoción en la humanidad por su crudeza. O quizá con las cintas más arriesgadas de Haneke, quien comparte con el anterior ese afán tan lúdico como peligroso de crear películas crudamente reales. Los tabúes quedan de lado y no reprimen lo que hay que ver, como los medios de comunicación que nos muestran lo que quieren mostrarnos, lo que vende más. Esto podríamos abordarlo con diversas analogías: nosotros (la sociedad) somos los hijos y los padres son todos los poderosos que nos muestran lo que les conviene. Podríamos encasillar a los políticos (el gobierno), a la monarquía absurda que últimamente está de moda, los medios de comunicación que nos muestran basura y un clásico de la prensa: El Vaticano, que es una de las mafias más grandes que existen (amén). Pero mi intención no es generar polémica ni persuadirlos para que crean lo que digo. Solo quiero que saquen sus propias conclusiones.

Por Juan Pablo Hernández


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23/4/11

La Sagrada Familia, de Sebastián Lelio (2005)

Hace algunos años, y en estas mismas fechas, se estrenó en nuestro país la ópera prima de Sebastián Lelio, quien venía de una generación exitosa donde ya sobresalían nombres como Matías Bize, Alicia Scherson y el más tardío Alberto Fuguet, los cuales en el 2005, el mismo año que se estrenó La Sagrada Familia, habían presentado proyectos interesantes como En la cama, Play y Se Arrienda, respectivamente. Fue el año en que se renovaron las pautas del cine nacional, y cada una de las películas mencionadas tuvo su propio estallido, aunque quizá más mediático que categórico. Pero esa no es una excusa adecuada para olvidar esta cinta, quitarle mérito y mucho menos dejar de verla. Su vigencia en cada semana "santa" que pasa se vuelve más interesante, y puede que incluso más urgente.
Marco hijo (Néstor Cantillana).

La Sagrada Familia es una película controvertida que no necesita abusar de la polémica, porque es capaz de brillar por sí misma. La historia que nos cuenta Lelio puede resultar cotidiana, pero los puntos que se salen de lo habitual son lo más interesantes del film, y su gran forma de narrarla es su fuerza principal. Porque el engañoso disfraz de la película va de la mano con el engañoso disfraz de los personajes, y poco a poco nos damos cuenta de la farsa que, aunque estaba prometida desde el comienzo, no deja de ser explosiva, degradante y crítica. Lo que vemos quizá no se sale mucho de lo común, pero precisamente eso es lo que nos molesta: la hipocresía social, la infidelidad, las familias disfuncionales y todo lo que hay detrás de la intachable moral cristiana. Esto es pan de cada día, dirán ustedes, pero ¿porqué ocultarlo, entonces, detrás de efemérides tan patéticas como la "semana santa"? ¿nos queremos engañar a nosotros mismos, o es sólo una forma divertida de redimir nuestros pecados? Sebastián Lelio no nos ofrece respuestas, pero nos muestra la realidad de frente y tal cual es: aquí cada uno se rasca con sus propias uñas.
Marco padre (Sergio Hernández).

La historia se centra en un paseo familiar donde Marco hijo (Néstor Cantillana) presenta a su novia Sofía (Patricia López) en sociedad. Lo que no esperaban sus padres es que Sofía fuera más atrevida de lo imaginado, pero de todas formas se preparan para tener el ya cliché fin de semana en la playa, aprovechando el feriado largo y la tranquilidad de estas fechas. El problema es que no todo sale como se pensaba: Soledad (Coca Guazzini), la madre de Marco, debe volver a la capital por una emergencia, y Marco padre (Sergio Hernández), que irónicamente lleva el mismo nombre que su hijo, deberá lidiar con la joven pareja y unos extraños vecinos. Aldo (Mauricio Diocares), un amigo homosexual del joven Marco, también anda en la playa con su pareja, en plan de experimentar con drogas y su sexualidad. Junto a ellos también está Rita (Macarena Teke), una joven "muda por opción" que se fijará intensamente en Marco, mientras su novia Sofía busca refugio en Marco padre. Como se ve, es fácil entender el principio del caos, y el supuesto fin de semana santo acabará siendo una pesadilla para todos.
Sofía (Patricia López).

Lo que plantea Lelio en La Sagrada Familia es una mordaz crítica a las contradicciones existentes en las prácticas religiosas, a la supuesta ética y las buenas costumbres que instituciones corruptas pretenden imponernos. La censura a la homosexualidad, la marginación del diferente, la crítica a las drogas y el libertinaje, el tópico de la mujer adúltera y el fallido intento de moralizar las relaciones familiares son lo que el director pretende cuestionar, y su reflexión parece bastante pertinente en tiempos donde curas son perseguidos por delitos sexuales, el conservadurismo religioso llega al absurdo y el Vaticano sigue lleno de gángsters con sotana. Por esto mismo, y tomando en cuenta el caso Karadima, el elitismo religioso con olor a fascismo y la denigrante situación de la Iglesia en nuestro país, La Sagrada Familia sigue siendo una opción lúdica y una controvertida postura contra esa hipocresía de mal gusto, que ensucia injustamente el devenir religioso y las creencias de tanta gente en todos los rincones del globo.

Por Patricio Contreras N.


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19/4/11

Hombre mirando al Sudeste, de Eliseo Subiela (1986)

Escribir sobre esta genialidad es bien difícil, y encontrar las palabras adecuadas también lo es. Por más que quiera apagar el computador, ver una película, estudiar, leer o simplemente fumarme un cigarro, no puedo. Hay un “no se qué” que no me deja desligarme, hay tantas ideas en mi cabeza que no pueden quedar inconclusas, y por eso sigo escribiendo (y por eso también me encanta el puto cine).

Dicen por ahí que el cine sudamericano no está a la altura de las grandes potencias, que es un cine frágil y monótono, por no decir aburrido. Pero, ¿tan expertos son los críticos de cine o podríamos decir que son ineficientes? Reconozco que hay varias películas para el olvido, pero ello no significa que se pueda generar un prejuicio y generalizar el arte de este continente. Mi intención no es ser contestatario ni nada por el estilo, mi intención es masificar esta película, que la muestren en los colegios, que sea parte de la cultura latinoamericana, que esté arraigada entre nosotros, que esté el VHS, DVD o el formato que quieras en un lugar especial de tu casa, si es posible en un altar. ¿No le estaré poniendo mucho? Sí, tal vez, pero creo (o quiero creer) que hay que dejar un poco de lado lo que ingresa del extranjero y ver lo que hay en nuestro continente.

Hombre mirando al Sudeste es una de las más grandes creaciones que existen a este lado del mundo, específicamente en la nación vecina y hermana de Argentina. K-pax (2001) es una película estadounidense-alemana que realizó un remake de esta maravillosa cinta (ellos dicen que no y prácticamente es igual, ¿quién los entiende?), pero obviamente, como la mayoría de los remakes, nunca le llegará a los talones al original.

Rantes.
El Dr. Denis es un médico psiquiatra viviendo en el abismo de la monotonía, trabaja el mayor tiempo del día en el manicomio y ya está empezando a vivir las crisis vocacionales y frustraciones de la rutina diaria. Su vida da un giro radical al encontrar la existencia de un nuevo paciente. Rantes, un chico que aparece repentinamente en el hospital, afirmando que es un extraterrestre cumpliendo una misión especial en la Tierra. Lo más extraño es que Rantes no tiene “vida pasada”, no existe acta de nacimiento ni documentos identificatorios. Es así como en el doctor se generan sentimientos encontrados. Renacieron sus ganas de vivir y amor a la profesión que ejerce, pero Rantes pondrá en tela de juicio sus conocimientos y su raciocinio con su convincente testimonio. ¿Será un “loco” más del montón, o verdaderamente Rantes es un ser fuera de este planeta? Una gran película llena de simbolismos y metáforas. (Dicen por ahí que es una metáfora a la guerra de las Malvinas).

Rantes y Dr. Denis.
Es inevitable imaginar algunas comparaciones entre Hombre mirando al Sudeste y Alguien voló sobre el nido del Cuco, de Milos Forman. Quizá también se podría con 12 Monos, de Terry Gilliam, puesto que en las tres cintas el escenario principal es un manicomio, donde sus internos en vez de presentar mejoría se muestran cada vez peor. Una crítica transversal hacia estos centros de “rehabilitación”, en los cuáles en la mayoría de ellos los paciente están insertos en un hoyo sin fondo y sin posibilidades de surgir dentro de sus dificultades, separando el hecho de que el paciente en la película tenga o no la razón, ya que el hecho de tener la “razón” ya es una paradoja que funciona como crítica. (Véase un trabajo hecho por mí sobre el Hospital Psiquiátrico “El Peral”, Santiago de Chile. Ver acá).

Sin efectos extravagantes, una historia ágil y con una banda sonora compuesta por Pedro Aznar, Hombre mirando al Sudeste se ha convertido en una película de culto que no puedes dejar de ver.


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14/4/11

Dogville, de Lars von Trier (2003)


Partiré esta reseña con una declaración totalmente objetiva: Dogville es una de las mejores películas que he visto. Quizá no debería decir más, para no traicionar la inefable profundidad de la cinta, pero me he propuesto al menos interiorizarla un poco, aunque hablar de Lars von Trier siempre signifique quedar corto de palabras, tal como cualquiera, al presenciar su obra, puede quedar corto de aliento.


"Dogville, el pueblo".
La base estética de Dogville, una genialidad de principio a fin, es lo primero que llama nuestra atención: un escenario de aspecto teatral, primitivo y minimalista, donde se desarrollan todas las acciones, más un narrador que va contando lo que pasa, diviendo la obra en un prólogo y nueve capítulos. Siguiendo el modelo del Dogma 95, lo que busca el director es que nos concentremos específicamente en los hechos, en la simbólica relación de los personajes, porque en ello está oculta la esencia del film. Así, nuevamente, con un presupuesto bajo y sin necesidad de efectos especiales, Lars von Trier nos demuestra que el cine debe volver a la raíz, debe apartarse de todo artificio y lucro estéril, porque su verdadero valor sigue estando detrás de la humanidad de los actores, de esa invaluable capacidad de representar para nosotros un mundo convulsionado, frágil y terriblemente humano, aportando mucho más que las engañosas quimeras del dinero.

"Grace" (Nicole Kidman).
El célebre actor John Hurt es el encargado de narrarnos la historia, siendo la voz en off que nos va contando el cruel destino de Grace (Nicole Kidman), una inocente muchacha que llega a Dogville huyendo de un pasado difícil. Dogville es un pequeño y austero pueblo de las Montañas Rocosas, tan apartado de la civilización que sus habitantes parecen coexistir en un mundo aparte, con sus propias costumbres y normas de convivencia. Como el pueblo reacciona hostil frente a la llegada de Grace, ésta debe refugiarse en Tom (Paul Bettany), un joven escritor que la ayudará a integrarse, sin saber que esto desencadenará una total distorción en el comportamiento de todos, el afloramiento animal y decadente de las más bajas pasiones humanas.

La genialidad de Lars von Trier.
Dogville funciona como una apología de la vida moderna, como un retrato de nuestros más viles instintos y como un cuento macabro, que nos cuestiona sobre las consecuencias del poder, del egoísmo y la hipocresía. Por lo mismo, podríamos pensar que Dogville es un film esencialmente moralista, pero no: es eso y mucho más. Es un trabajo de cine increíble, que innova y replantea los recursos necesarios para producir una película. Es un relato inteligentísimo, que define con cuidado a sus personajes, llevándonos de la mano por una trama compleja para luego abandonarnos al final, dejándonos solos en la dura labor de cuestionarnos. Dogville es un consejo ambiguo, una invitación a reflexionar. Es sencillamente una obra maestra.


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4/4/11

Festen, de Thomas Vinterberg (1998)


Festen es su título original, tan original como la simpleza y la creatividad de esta genial obra. El Dogma 95 (ver enlace) no pasa desapercibido: o lo amas o simplemente lo odias. A priori la mayoría de las personas repudian este estilo fílmico, carente de efectos especiales pero con un nutrido sentido de la naturalidad. Como en el año 2000 Lars von Trier logró echarse al bolsillo, estrujar y escupir sarcásticamente las críticas hacia su película Bailar en la oscuridad, Thomas Vinterberg dos años antes ya lo había conseguido, creando una genialidad en cuanto a temática y ligereza, tapando miles de bocas que se vieron en la obligación de tragarse sus propias palabras. Sencillamente, Festen es una película contemporánea de culto.

Helge, el patriarca.
Una familia burguesa celebra el sexagésimo cumpleaños del patriarca, el indomable Helge (Henning Moritzen), en la bellísima mansión de la cual es propietario. Junto a una veintena de familiares se realiza la celebración por 24 horas. Es cómico darse cuenta que es transversal lo típico que puede ser una familia aquí en Chile como en Dinamarca, al otro lado del mundo. ¿Quién no tiene un familiar al que hay que aguantar sus chistes aburridos?, ¿algún familiar con tendencias dictadoras? ¿o el típico tío borracho? Nada fuera de lo común… hasta el momento.

"Christian".
Helge es un tipo intachable y moralista, con un prestigio envidiable siendo un representante de la aristocracia danesa. Padre de cuatro hijos: Michael (Thomas Bo Larsen), Helene (Paprika Steen), y Christian (Ulrich Thomsen). Linda se ha suicidado. La atmósfera familiar todavía está tensa por el deceso de la joven, pero Christian, su hermano gemelo, volverá a revivir su recuerdo causando una tensión perturbadora en la fiesta, confesando una terrible noticia que causará una conmoción general en todos los invitados. Christian ha dejado en evidencia y en duda la moralidad y sabiduría del padre, la inocencia y sumisión de la madre y la credibilidad de los hermanos tanto como la de él. ¿Por qué deberíamos creerle a Christian si ha pasado un tiempo en el manicomio? ¿Estará cien por ciento en sus cabales, o estará en un estado delirante?. Solo lo sabremos en la celebración. Estamos todos invitados a ella.

La mesa familiar.
Festen es una sátira sobre las familias prototípicas que nos entrega el cine comercial (llámese así a lo “hollywoodense”) o las propagandas televisivas. Una familia atípica que expone su moralidad como principal virtud, pero que en el fondo esconde una realidad oscura y pantanosa, actuando como una recreación de las peores familias disfuncionales que hoy en día aparecen en los medios de comunicación, con una frecuencia realmente perturbadora.

La retórica utilizada en un principio se irá menguando paso a paso, típica táctica de los políticos y la gente poderosa. La diferencia es que acá estamos en una “celebración”, en familia y en confianza, no tratando de ganar votos y/o adeptos. Así es Festen. Así es La Celebración.




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