18/12/12

Joven y alocada - Marialy Rivas (2012)




Joven y Alocada (2012)
Siempre es grato ver propuestas innovadoras y temáticas diferentes en Sudamérica. En Chile, estábamos a años luz de eso. Bueno, está bien, estoy exagerando. Lo que pasa es que el paradigma del cine chileno es muy difícil de cambiar. Las mayorías de las realizaciones que se hacen acá están ligadas a Pinochet, el golpe militar, los detenidos desaparecidos, etc. No digo que me moleste o esté malo. Como dicen por ahí: “hay de todo en la villa del Señor”. Pero encuentro que llegó el momento de dejar de lado la misma temática: llegó el momento de innovar.

Marialy Rivas es la directora de la cinta. Ella se atrevió a hacer algo diferente, innovador y único. Rivas lanzó la piedra para tocar temas tabúes en la sociedad chilena, con una campaña gráfica que causó conmoción y agitó los corazones más sensibles de las personas conservadoras. En Chile, no estamos acostumbrados a que se hable de sexo libremente, y mucho menos sobre las relaciones homosexuales. He ahí el fuerte de Joven y Alocada (2012), una película que no tiene tapujos en mofarse satíricamente de las familias conservadoras y de los insertos en las sectas religiosas, de las personas que están más preocupadas del “qué dirán” que de sus creencias.

Daniela y Tomás.
Nosotros nos enteramos de la vida de Daniela (Alicia Rodríguez) gracias a su blog. La voz en off que nos narra la historia tiene un tono neutro y monótono, dándonos a entender que estamos “leyendo” lo que Daniela escribe en su diario online. Una genialidad de Marialy, que en conjunto con el colorido, las representaciones religiosas, los símbolos fálicos,  las abundantes imágenes de genitales y la participación visual de las personas que postean en el blog de Daniela, logran que Joven y Alocada haya ganado el premio a Mejor Guión en el prestigioso Festival de Sundance.

Daniela y Antonia.
Daniela se siente reprimida en su casa. Sus padres, conservadores a morir, no la dejan hacer nada. Es por ello que usa blog como salvación, ese diario online donde comparte sus vivencias con un grupo de visitantes diarios que la aconsejan o la putean -lo mismo que nos pasa a nosotros en el blog: ¿alguien querrá hacernos una película?- mientras Daniela, una joven de 18 años un tanto alocada, ni más ni menos que toda la juventud de hoy en día, es expulsada de su colegio religioso por “ir por el mal camino”. Castigada, la envían a trabajar al canal evangélico (era eso o irse de misiones al extranjero), donde conoce a Tomás (Felipe Pinto) y a Antonia (María Gracia Omegna). He ahí donde comienza el despertar carnal de Daniela, no sólo por Tomás, sino que también por Antonia.

Hay escenas en donde podemos sentir que Godard está presente con nosotros. Unos planos justificados medios posteriores de Antonia y unos simples jump-cut nos demuestran la sana admiración por el director de Aboùt de Soufflè.

Joven y Alocada es la revelación chilena del 2012, una película sin pelos en la lengua que no puedes dejar de ver. Aplausos merecidos para la post-producción de la cinta. Una película divertida, innovadora y que gratamente nos sorprende.

 Por Juan Pablo Hernández



12/12/12

El sabor de las cerezas, de Abbas Kiarostami (1997)




Creo que elegí la película más difícil para revivir el blog. He estado varias horas intentando encontrar las palabras adecuadas para explicar este film. Paradójicamente, la producción de esta película es más bien sencilla, pero es complicado encontrar las palabras correctas cuando el tema a tratar es la muerte.
Pueblerinos.

Tal vez la película no es del gusto de todos los espectadores. Es una historia simple, pero con un peso emocional muy grande. El sabor de las cerezas es un film iraní del año 1997, escrita y dirigida por Abbas Kiarostami.

Lo maravilloso del cine iraní, es que sin grandes producciones puede dejarnos perplejos. Esta película no es la excepción, con planos sencillos, hartos contraplanos, sonido ambiente y un abuso justificado del fuera de campo, logra generar la atmósfera ideal para que el espectador no pierda el hilo de la historia.

Badii viaja en su auto por las calles de Teherán. Va en busca de alguien que esté dispuesto a cooperar en su delicado propósito: enterrarlo después que se suicide. No sabemos el porqué de su decisión. Tampoco nos interesa. Es así como vamos en búsqueda del tipo adecuado para ello, la persona ideal que tenga el coraje de echarle un poco de tierra a su cuerpo. No sabemos en qué trabaja Badii, pero podemos apreciar que tiene dinero en un pueblo donde la extrema pobreza abunda.

Badii no desea un ataúd ni que le hagan un reconocimiento antes del suicidio. Solo espera morir con un poco de dignidad, en una idiosincrasia iraní donde el suicidio es prácticamente una aberración. Kiarostami eligió con pinzas a los actores, que cabe destacar que exceptuando a Badii, ninguno es un actor profesional. Los diálogos son profundos e inteligentes, mientras las locaciones están llenas de simbolismos, metáforas y detalles
Viejo taxidermista.

En el trayecto suben a su auto un soldado, entrenado para convivir con la muerte; un seminarista ligado a la fuerza de Dios; y por último un anciano, viejo sabio que, junto con los demás personajes, intentan persuadir a Badii para que acabe con su vida. Este viejo es un taxidermista que también intentó suicidarse, pero antes de realizar la acción descubrió unas cerezas que le hicieron cambiar de opinión

Kiarostami, al final de la película, nos muestra cómo fue el proceso de grabación del film. Poniéndose el parche antes de la herida y demostrándonos que es solo eso: una película. Quizá lo hizo para no ser linchado en su país por el tema a tratar. Tal vez el film no les guste tanto como a mí, pero sí les puedo asegurar una cosa: después de ver esta cinta, las cerezas serán más sabrosas que antes.

Badii se hubiese ahorrado todo esto si hubiese leído El hombre en busca de sentido, de  Viktor Frankl. Si tienen la oportunidad, léanlo. 

Por Juan Pablo Hernández


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14/2/12

El topo, de Alejandro Jodorowsky (1970)


El topo (Alejandro Jodorowsky).
Muchos han perfilado a las películas de Jodorowsky como paradigmas del cine B, situando incluso a El topo como pionera en el denominado "cine de culto", limitando sus producciones a ser las más llamativas de aquel freakshow cinematográfico. Pero quienes sean seguidores de este supuesto subgénero, comparando esta cinta con otras como Pink Flamingos o Eraserhead, seguramente no solo sean un puñado de simplistas, sino también un lamentable grupo de pseudo-cinéfilos que no saben distinguir entre una película de estética bizarra con otra que de verdad podría llamarse "de culto", aunque no por sus rarezas y excentricidades, sino por sus notables contenidos esotéricos, políticos y religiosos.

Porque Jodorowsky no solo se complace en integrar a sus films elementos de violencia extrema, travestismo o actores paranoicos y mutilados, sino que además construye sus propuestas en base a conceptos sólidos, incluso sofisticados y llenos de una mística que muchos no alcanzan a percibir, perdidos entre su humor extravagante y su despilfarro de recursos de bajo presupuesto. Por lo mismo creo que, a pesar de que sus películas se presten para diversas interpretaciones banales, es necesario ver un poco más allá, y entretenerse en desenrredar su compeja simbología antes de dejarse llevar por lo más engañoso de su patética representación.
           
Escenas de violencia extrema.
Para empezar, no es casualidad que el mismo director protagonize su obra. Al igual que en Fando y Lis, su opera prima que no estuvo exenta de polémicas, El topo no es más que un retrato metafórico del viaje interior, esa travesía que en su primera obra es explícita y que en ésta se amplía sin dejar de ser referencial. Porque para Jodorowsky la comprensión interna, la posiblidad de reflexionar acerca del origen de nuestras propias creencias, es un tópico recurrente a lo largo de todo su trabajo artístico y multidisciplinario. Por eso las alusiones religiosas, que pueden tomarse desde su perspectiva occidental u oriental sin por eso perder su sentido, son fundamentales en un film que de principio a fin nos invitar a seguir el camino de la espiritualidad, ese difícil sendero que lleva al protagonista a equivocarse y dejarse llevar por sus propias pasiones, para luego encontrar la verdadera dirección de su existencia.

En general, la simbología se presta para varias lecturas, y eso lejos de perjudicar a la película, le otorga una riqueza universal que desentona con la poca rigurosidad de su planteamiento. Porque si bien muchos han querido ver en los "cuatro maestros del revorver" a los cuatro grandes profetas del Antiguo Testamento, también podrían ser las Cuatro Nobles Verdades del budismo, y el camino del protagonista, en vez de un recorrido trascendental por las ideas cristianas, también puede ser la representación simplificada del Óctuble Sendero, donde el personaje huye de su ego, sus instintos más bajos y su permanente deseo, para acabar muriendo inmolado como el célebre monje de Saigón, no sin antes comprender la raíz de sus errores. Todas estas interpretaciones son tan válidas como cualquier otra, y sus pasajes bíblicos y algunos de los mejores momentos del guión, pueden ser tomados no como experiencias místicas, sino también como enseñanzas empíricas para la vida y el desarrollo personal de cada persona. De eso no cabe ninguna duda.

Los cuatro maestros del revolver.
Pero creo que lo fundamental, y lo que me gustaría remarcar en la presente reflexión, es que fuera del sentido que quiera darle cada uno, lo primordial es ver El topo con la idea presente de que no solo se está viendo otra película freak, que en los 70' se transformó en la bíblia lisérgica de los hippies más trasnochados, y que a su vez encandiló a genios de la contracultura como Roman Polanski, John Lennon o Marilyn Manson, todos ellos seguidores del multifacético director chileno. Porque el cine de Jodorowsky suele ser mucho más que eso, y desde el principio se nos suguiere que la cinta va a cobrar un derrotero complejo, al señalarnos la metáfora del topo, un animal que caba en la oscuridad durante toda su vida para poder encontrar la luz que acabará cegándolo. Una luz parecida a la que el budismo llama la "nada", con carácter positivo para ellos aunque negativo para tantos otros.

Por Patricio Contreras N.



       


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5/1/12

Babel, de Alejandro González Iñárritu (2006)

Richard y Susan.
Si tuviera que elegir la película mejor lograda de González Iñárritu, me quedo con 21 Gramos (2003), concebida a medio camino en su labor creativa, producida con un énfasis emocional que nos conmociona y nos golpea a la vez, bajo un concepto de muerte que oculta también muchos otros dolores. Pero Babel es un verdadero paradigma en la obra del mexicano, un antes y un después que nos permite analizar desde un mismo punto todo su trabajo. Y no solo porque culmina su denominada "Trilogía de la Muerte", que comienza con Amores perros (2000) y continúa con la ya mencionada 21 Gramos, sino porque cierra un ciclo y empieza otro; se desprende de una fórmula y encuentra una identidad, pasando definitivamente de la adolescencia a la madurez cinematográfica, con vistas a un futuro consolidado por su última cinta: Biutiful (2010).

Es habitual ver en sus tres primeros largometrajes reflexiones sobre la angustia y el desamparo, vinculando a sus personajes a través de historias cruzadas por una vertiginosa fuerza que desordena sus vidas para luego volverlas a encontrar, creando una estética narrativa tan calculada -y a ratos predecible- que deja poco espacio para la imaginación. Pero esto, fuera de molestar, nos sorprende gratamente en Amores perros, apoya muy bien la trama en 21 Gramos (aunque comencemos a sospechar), y en Babel, para quienes ya conocen al conejo que el director esconde en su sombrero, se empiezan a constatar sus más lamentables debilidades, quedando en evidencia un truco de principiante que al reiterarse peca de poco profesionalismo, de falta de ingenio, técnica y originalidad. Pero lo que acaba por salvar el film, incluso haciéndonos pasar por alto todo lo anterior, es la intención de diálogo entre culturas y la sed universalista de un estilo más bien caprichoso, que esta vez nos dejó caer en la misma trampa, pero con una visión de mundo y de futuro que solo nos adelanta un cambio, un traspié que va entre el pasado y el porvenir como una bisagra, y que en Biutiful, su próxima producción, nos volvería a sorprender.

Amelia, Santiago y los hijos del matrimonio.
Babel se basa en tres historias que se van mezclando irremediablemente. La primera, que da inicio a la cinta, es la de Richard (Brad Pitt) y Susan (Cate Blanchett), un matrimonio norteamericano que se va de viaje para olvidar el sinsabor que les dejó la muerte de uno de sus hijos, encontrando en su destino una nueva fatalidad. Por otro lado, en Estados Unidos, una niñera llamada Amelia (Adriana Barraza), de raíces mexicanas y origen humilde, recibe la visita de su sobrino Santiago (Gael García Bernal), que viene a buscarla para acudir juntos al casamiento de un hijo de la mujer, quien se termina complicando por no poder dejar con otra persona a los hijos de sus patrones, justamente el matrimonio norteamericano que busca olvidar sus penas en otros paraderos. Por último, está la historia de Chieko (Rinko Kikuchi), una adolescente japonesa, sordomuda y rodeada de silencios, que vive la frustración de no poder interactuar con los jóvenes que ella desea, sintiéndose anormal entre sus compañías, soportando el peso de la muerte de su madre y su obsesión por perder la virginidad, ambos traumas derivados de los problemas comunicativos que debe afrontar.

Chieko (Rinko Kikuchi).
Porque Babel, justamente, bebe de las fuentes de la incomunicación, el castigo que le impuso Dios a los que intentaron levantar una torre que llegara hasta el cielo, y que en el film afecta al matrimonio norteamericano que se complica al comunicarse con los lugareños tras sufrir un brutal accidente. Esos mismos problemas de comunicación afectan a mexicanos y norteamericanos, quienen imponen y defienden sus fronteras alejándose cada vez más unos de los otros, favoreciendo al racismo, la xenofobia y las tragedias que la película solo logra sugerir, ya que sus alcances van incluso mucho más allá de los oscuros sucesos que nos va narrando el director. Pero es Chieko, la muchachita japonesa, la que nos acaba revelando el verdadero sentido de la obra: cada individuo guarda en sí mismo un deseo de comunicación, de afecto y aceptación en el otro, que si no se concluye genera traumas y desperfectos psicológicos que dejan al descubierto los errores más graves de nuestra sociedad, corrompida por la ambición y un falso concepto de éxito, progreso y estabilidad, que margina a muchas personas alrededor de todo el mundo y está deshumanizándonos a una velocidad feroz. De esta forma, Babel acaba siendo una advertencia, un retrato ideológicamente bien logrado que consigue demostrárnos, a través de las imágenes, nuestra terrible insesibilidad y el curso equivocado de nuestras aspiraciones.

Es así como González Iñárritu, pecando de comodidad técnica y falta de originalidad, consigue de todas formas articular un film interesante, merecedor del Globo de Oro a la Mejor Película del 2006, el Cannes al Mejor Director y la Mejor Edición, además de un Oscar y un BAFTA a la mejor producción musical, consiguiendo también una gran cantidad de nominaciones en otros premios y categorías. Porque Babel, a pesar de demostrar que la fórmula utilizada hasta el momento ya había quedado obsoleta, se abrió paso mirando a un horizonte mucho mayor que en sus cintas anteriores, ganando más bien por el alcance de sus ideas y sus nuevas concepciones cinematográficas, adelantando una próxima producción que acabaría al fin mostrando algo nuevo, aún con ciertos ripios y mañas evitables, pero dejándonos con la sensación de que después de Biutiful quizás vengan muchas más sorpresas.

Por Patricio Contreras N.




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