Kynodontas (Canino en español) es una película griega del año 2009, una propuesta insana, rara, dura, indigerible y varios sinónimos más. Pero, independiente a ello, es una muy buena película dentro de los marcos del cine contemporáneo. La crudeza de su contenido hace pensar que solamente esto pasa en el cine, pero lamentablemente no es así. Es una historia terroríficamente real.
El muro que separa la realidad de la "realidad". |
En un lugar de Grecia apartado de toda civilización, se encuentra la inmensa casa donde vive una atípica y peculiar familia, compuesta por un matrimonio y sus tres adolescentes: la hija mayor (Aggeliki Papoulia), la hija menor (Mary Tsoni) y el hijo (Hristos Passalis). El patriarca (Christos Stergioglou) es el único que tiene la fortuna de abandonar la casa, ya que la esposa (Michelle Valley) ha decidido voluntariamente no hacerlo y los hijos no tienen voluntad alguna. Ese es su mundo, esa es su realidad. Es decir, han crecido en un mundo ficticio, educados acorde a los dogmas establecidos por el padre y regidos al pie de la letra. La capacidad y creatividad del mandamás es digna de elogios, creando un lenguaje propio para sus hijos, en donde la “sal” es el teléfono, el “mar” es un tipo de silla forrada de cuero, los aviones que sobrevuelan por la casa son juguetes inalcanzables y un gato común y corriente es una bestia salvaje. Es allí donde nos damos cuenta de la dictadura que ha forjado el rey con la ayuda de sus esposa, donde el mentir te delata de inmediato, puesto que los únicos que saben la verdad son los padres, independiente de su presencia en el lugar. Dentro de esta realidad paralela, el único “privilegiado” es el hijo, ya que el padre, en una muestra de deplorable machismo, esporádicamente lleva a la casa una muchacha llamada Christina, la cual satisface sus apetitos sexuales. He ahí donde comienza un juego de mundos y realidades distintas, donde Christina se toma atribuciones que no le corresponden y llega a “desordenar el gallinero”, por decirlo así.
Los tres hermanos. |
El condicionamiento en el cual están insertos los hijos es digno de un análisis psicológico. Siendo animales con la capacidad de raciocinio, Giorgos Lanthimos nos demuestra lo irracional que podemos ser en un ambiente desolador y alejado de la sociedad.
Kynodontas no es para cualquier persona, no solo por lo poco digerible que es, sino porque tienes que pensar y revolver tus neuronas hasta encontrar su objetivo y su finalidad. Su argumento intenso y descabellado, su estilo arriesgado y poco afable para nuestra conciencia, genera un repudio natural hacia la película. Es comprensible, pero el trasfondo y la crítica social que el director nos entrega (independiente de que sea una historia verídica o no) es realmente genial, aunque si no logras descubrirlo será una película más del montón y puede parecerte hasta jocosa. Simplemente eso. Podría comparar este film con el estilo y las genialidades de Gaspar Noé, un tipo que causa conmoción en la humanidad por su crudeza. O quizá con las cintas más arriesgadas de Haneke, quien comparte con el anterior ese afán tan lúdico como peligroso de crear películas crudamente reales. Los tabúes quedan de lado y no reprimen lo que hay que ver, como los medios de comunicación que nos muestran lo que quieren mostrarnos, lo que vende más. Esto podríamos abordarlo con diversas analogías: nosotros (la sociedad) somos los hijos y los padres son todos los poderosos que nos muestran lo que les conviene. Podríamos encasillar a los políticos (el gobierno), a la monarquía absurda que últimamente está de moda, los medios de comunicación que nos muestran basura y un clásico de la prensa: El Vaticano, que es una de las mafias más grandes que existen (amén). Pero mi intención no es generar polémica ni persuadirlos para que crean lo que digo. Solo quiero que saquen sus propias conclusiones.
Por Juan Pablo Hernández
Por Juan Pablo Hernández
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