14/2/12

El topo, de Alejandro Jodorowsky (1970)


El topo (Alejandro Jodorowsky).
Muchos han perfilado a las películas de Jodorowsky como paradigmas del cine B, situando incluso a El topo como pionera en el denominado "cine de culto", limitando sus producciones a ser las más llamativas de aquel freakshow cinematográfico. Pero quienes sean seguidores de este supuesto subgénero, comparando esta cinta con otras como Pink Flamingos o Eraserhead, seguramente no solo sean un puñado de simplistas, sino también un lamentable grupo de pseudo-cinéfilos que no saben distinguir entre una película de estética bizarra con otra que de verdad podría llamarse "de culto", aunque no por sus rarezas y excentricidades, sino por sus notables contenidos esotéricos, políticos y religiosos.

Porque Jodorowsky no solo se complace en integrar a sus films elementos de violencia extrema, travestismo o actores paranoicos y mutilados, sino que además construye sus propuestas en base a conceptos sólidos, incluso sofisticados y llenos de una mística que muchos no alcanzan a percibir, perdidos entre su humor extravagante y su despilfarro de recursos de bajo presupuesto. Por lo mismo creo que, a pesar de que sus películas se presten para diversas interpretaciones banales, es necesario ver un poco más allá, y entretenerse en desenrredar su compeja simbología antes de dejarse llevar por lo más engañoso de su patética representación.
           
Escenas de violencia extrema.
Para empezar, no es casualidad que el mismo director protagonize su obra. Al igual que en Fando y Lis, su opera prima que no estuvo exenta de polémicas, El topo no es más que un retrato metafórico del viaje interior, esa travesía que en su primera obra es explícita y que en ésta se amplía sin dejar de ser referencial. Porque para Jodorowsky la comprensión interna, la posiblidad de reflexionar acerca del origen de nuestras propias creencias, es un tópico recurrente a lo largo de todo su trabajo artístico y multidisciplinario. Por eso las alusiones religiosas, que pueden tomarse desde su perspectiva occidental u oriental sin por eso perder su sentido, son fundamentales en un film que de principio a fin nos invitar a seguir el camino de la espiritualidad, ese difícil sendero que lleva al protagonista a equivocarse y dejarse llevar por sus propias pasiones, para luego encontrar la verdadera dirección de su existencia.

En general, la simbología se presta para varias lecturas, y eso lejos de perjudicar a la película, le otorga una riqueza universal que desentona con la poca rigurosidad de su planteamiento. Porque si bien muchos han querido ver en los "cuatro maestros del revorver" a los cuatro grandes profetas del Antiguo Testamento, también podrían ser las Cuatro Nobles Verdades del budismo, y el camino del protagonista, en vez de un recorrido trascendental por las ideas cristianas, también puede ser la representación simplificada del Óctuble Sendero, donde el personaje huye de su ego, sus instintos más bajos y su permanente deseo, para acabar muriendo inmolado como el célebre monje de Saigón, no sin antes comprender la raíz de sus errores. Todas estas interpretaciones son tan válidas como cualquier otra, y sus pasajes bíblicos y algunos de los mejores momentos del guión, pueden ser tomados no como experiencias místicas, sino también como enseñanzas empíricas para la vida y el desarrollo personal de cada persona. De eso no cabe ninguna duda.

Los cuatro maestros del revolver.
Pero creo que lo fundamental, y lo que me gustaría remarcar en la presente reflexión, es que fuera del sentido que quiera darle cada uno, lo primordial es ver El topo con la idea presente de que no solo se está viendo otra película freak, que en los 70' se transformó en la bíblia lisérgica de los hippies más trasnochados, y que a su vez encandiló a genios de la contracultura como Roman Polanski, John Lennon o Marilyn Manson, todos ellos seguidores del multifacético director chileno. Porque el cine de Jodorowsky suele ser mucho más que eso, y desde el principio se nos suguiere que la cinta va a cobrar un derrotero complejo, al señalarnos la metáfora del topo, un animal que caba en la oscuridad durante toda su vida para poder encontrar la luz que acabará cegándolo. Una luz parecida a la que el budismo llama la "nada", con carácter positivo para ellos aunque negativo para tantos otros.

Por Patricio Contreras N.



       


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