21/10/13

Titicut Follies - Frederick Wiseman (1967)


Frederick Wiseman nació el 1 de Enero de 1935. Abogado de profesión, dejó los libros constitucionales de lado por las cámaras de video que cada vez eran más ligeras y portátiles. A Wiseman se le considera el padre del cine directo. Un estilo fílmico único en su tiempo, con sonidos directos, secuencias largas, sin voz en off y dejando de lado la manipulación actoral,  generando mayor libertad de interpretación en el espectador.

Frederick es un genio, la historia lo avala. Me gustaría comprobarlo empíricamente. No puedo ahondar más en él, puesto que he visto Titicut follies solamente, pero ¿quién soy yo para dudar de su trayectoria? Ha filmado más de cuarenta documentales en instituciones. Hay que tener coraje para retratar lo que sucede en ellas. El trabajo previo a la grabación es genial, el tipo logra generar una empatía única con los participantes. Meses antes de comenzar la grabación, Wiseman entró con la cámara al manicomio para que los pacientes y los trabajadores se familiarizasen con ella. Una gran jugada de él que provoca naturalidad a posteriori.

Titicut Follies es un documental que impacta, obviamente a mi percepción. Tal vez en los tiempos de hoy es probable que no genere un gran revuelo. Estamos más propensos a divisar depravación e injusticia, tanto en los medios de comunicación como en el diario vivir, por eso el impacto del film no sería el mismo que en los tiempos que se filmó. Cuarenta años atrás era una sociedad conservadora y pacata. Además, veinte años estuvo prohibido el documental en varios estados, escondiendo un ambiente sucio e inhumano, un ambiente tortuoso que denigraba y degradaba cada vez más a los internos con psicopatologías. Es por ello que cuando salió a la luz, los familiares de los internos denunciaron la evidente negligencia médica de los profesionales del manicomio.
"Alguien voló sobre el nido del cuco", Milos Forman (1975).

Al ver el documental, es imposible que no se me venga a la cabeza la película   “alguien voló sobre el nido del cuco”, de Milos Forman. Randle McMurphy (Jack Nicholson) es un violador que ha sido recluido en un
hospital psiquiátrico, en un principio debió haber ido a la cárcel, pero gracias a su aparente inestabilidad emocional lo derivaron al hospital. Averiguando, encontré que los actores de la película tuvieron que instruirse con el documental. Genial decisión. La similitud es fantástica y los actores logran generar la atmósfera necesaria para darle el toque de realidad.  

Titicut follies es la voz de los sin voz y Wiseman es el emisor de los callados. Él investiga lo que les queda de vida a estos condenados a morir. Los encargados de “rehabilitar” a los enfermos poco hacen para cumplir su labor, y eso queda evidenciado en las condiciones deplorables que se encuentran los internos. Los guardias tampoco ayudan mucho y son evidentes los cambios de conducta que tienen con los enfermos frente a la cámara, humanizando el trato con el cual se dirigen a ellos. Pero dicen por ahí que uno no puede actuar toda la vida, es así como paulatinamente se reflejan los verdaderos tratos inhumanos hacia los “locos”.

En la primera parte del documental vemos a un grupo de internos entonando  una alegre canción. Algunos se ven felices, otros desorientados. Al parecer es un show para los familiares de ellos. Parecen disfrutar el
momento de esparcimiento. A primera vista, y viéndolo desde afuera, quizás la gente que estuvo presente ese día, nunca asimiló las condiciones en las que vivían los enfermos.

Es increíble como Wiseman está en el momento adecuado. Una de las escenas inolvidables, es cuando un paciente, llamado Vladimir, prácticamente pide clemencia para no recibir más medicación. Tal vez no somos expertos en patologías ni hemos estudiado una carrera universitaria para conocer de la psique, pero creo que solamente se necesita un poco de sentido común para darnos cuenta que el paciente no está totalmente perdido. “El entorno te vuelve más enfermo”, decía él. Estoy totalmente de acuerdo. Quizás el hubiese tenido salvación, pero nadie actúa. Es un círculo vicioso, no hay intención de ejercer bien su trabajo, no hay vocación de por medio.  


El sentido de la vida y las motivaciones para surgir se van desvaneciendo lentamente. El paciente pronto será un muerto andante más. Pronto estará drogado, sin intenciones de rehabilitarse, dejando de lado las solicitudes de observación. El sabe que no está avanzando, y la  mayoría de los presentes también lo saben.  Pero él no surge porque no quiere, sino que hay una fuerza mayor que no lo permite.

Hay una escena donde Vladimir está con el terapeuta o jefe del centro, pidiendo que lo devuelvan a la cárcel porque ahí no está avanzando. Está en retroceso. Un año y medio lleva en ese lugar sin ningún avance. Wiseman, en esa escena, utiliza el fuera de campo genialmente. Una señora está fumando a un costado del paciente, escuchándolo atentamente. El encuadre se queda con ella, está nerviosa. Fumando. Ella sabe que Vladimir tiene razón, que el entorno lo está deteriorando cada vez más.
Vladimir con terapeuta.

Sr. Malinowski tal vez tenía el mismo espíritu y las ganas de surgir que Vladimir. Tal vez no estaba tan desquiciado, si hubiese estado en un centro con la atención adecuada, otra sería la historia.  A él lo venció la muerte, lo venció la rutina. Lo venció la  mediocridad del entorno. No ha comido hace semanas y no le importa. La vida ya no tiene sentido. Los encargados tendrán que introducirle un tubo por la nariz, que le llegue al estomago y así alimentarlo, a la fuerza. Sr Malinowski no siente nada, poco le importa que se haya acabado la vaselina y que el funcionario de la prisión esté fumando. La higiene se convirtió en una utopía.  
     
Después de ver todo el documental, la insensibilidad de las personas que entierran el cadáver de Jim (el tipo muerto que escenas antes los guardias afeitaron, desnudaron y humillaron) ya no sorprende. Nos acostumbramos a la frialdad.

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17/10/13

El diario de Agustín - Ignacio Agüero (2008)


El diario de Agustín es un documental que nos inserta en la investigación que realizó un grupo de estudiantes de Periodismo de la universidad de Chile. Ellos realizaron su tesis sobre el diario El Mercurio, indagando sobre las irregularidades que se ejercieron durante la dictadura militar de Pinochet. Cabe destacar que el documental fue comprado por Televisión Nacional de Chile (TVN), el cual no fue emitido por la señal estatal. Además, el canal ARTV también iba a emitir la película, pero por arte de magia fue bajado a último momento. Raro, ¿no?

Ignacio Agüero, el director de la película, logra interiorizarnos en la vida de Agustín Edwards, el capitán del barco llamado El Mercurio. Edwards fue actor principal en el derrocamiento del presidente Allende. El film nos muestra la tergiversación que se realizó en  aquella época, ocultando información y promoviendo las violaciones de los derechos humanos.

Agüero se apoya con el grupo de estudiantes de la Universidad de Chile, entregándole seriedad y objetividad a la investigación. Los archivos de colección se apoderan de la pantalla, inserts con imágenes en movimiento de los diarios antiguos, resaltando la clara manipulación editorial que hoy en día podemos saber.

El sonido de las maquinas de imprenta al principio del documental, sutiles pero a la vez agresivas, retumban en los oídos del espectador. De ahí en más el sonido ambiente se toma el film. La cámara juega con el personaje que está encuadrado, los planos medios y primeros planos generan una complicidad con el personaje en cuestión. Sentimos el nerviosismo de los entrevistados, algunos de ellos no tenían idea de las preguntas.

Edwards es el punto de interés y el actor principal de esta obra. Paradójicamente, nunca aparece dando una entrevista al equipo periodístico. Son solo archivos y fotos de èl, su pasado y presente.


La iluminación es lo más natural posible. La mayoría transcurre en interior. El blanco y negro aparece en las fotos antiguas y archivos del recuerdo. También se juega con el plano contraplano, de entrevistador y entrevistado (over shoulder). Un documental que no puedes dejar de ver. 

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16/10/13

El jefe de todo esto - Lars von Trier (2006)



Como siempre he dicho, a Lars von Trier se le quiere o se le odia. No existe un punto medio. Los que han tenido el gusto de ver algo de él, como  Dogville (2003) o Bailarina en la oscuridad (2000), podrán entender que no exagero en mis palabras. Dejando de lado los dramas con los que nos tiene acostumbrado, von Trier incursiona en la comedia. Un género que utiliza como palo blanco para que, escondido, ponga una vez más temas con el sello Lars en el tapete.

El jefe de todos es un film experimental, irónico y sarcástico. Una sátira, una metáfora. No crean que al verla se van a encontrar con Hangover IV o How Hi. El jefe de todo esto no busca el chiste fácil.

Al principio vemos el reflejo de Lars von Trier en un vidrio. Su voz en off nos explica que esto es una película. Al igual que Michel en About de soufflé de Goddard cuando nos habla la cámara y, como un cable a tierra, nos da a entender que no  nos preocupemos por lo que pase, es solo una película. El director se mofa de todo y de todos. De él mismo, de su estilo, de las críticas, todo.

La trama es sencilla: un tipo desea vender su empresa. El problema es que cuando la fundó, inventó un director ficticio, para poder ocultarse de cualquier inconveniente que tuviera con sus empleados. Cuando aparecen unos posibles compradores de la empresa, ellos insisten en negociar cara a cara con el supuesto dueño incógnito. Es así como el tipo se ve obligado a contratar a un actor de poca monta para hacerse pasar por el presidente de la pyme. He ahí como el actor pondrá a prueba su moral y profesionalidad.

Lars pasa a llevar el manifiesto del Dogma 95. Por una hora y media, rompe el voto de castidad. Deja la característica cámara en mano, para dejar a cargo una máquina que controla los encuadres, lo llamó: automavisión.

Automavision© es un sistema de cámara (y de sonido) desarrollado para limitar la influencia humana y dejar la puerta abierta al azar con el fin de proporcionar a la obra una visión “sin ideas” libre de la fuerza de la costumbre y de la estética. 

Se pasa el raccord por donde quiere. Pero no le importa. Con más Jump Cut que About de soufflé, que a veces marean, El jefe de todo esto es más que una comedia, mucho más. Nuestro protagonista le echa la culpa a su jefe, y Lars se lava las manos con la automavisión. Se desliga pero sabemos que está ahí, controlando todo. Su reflejo en el vidrio nos avala.

La película pone en tela de juicio la obsesión casi innata del ser humano por caerles bien a todos. De cómo funciona el mundo injusto del “jefe” y el “proletariado”. Trier se ríe de los jefes, de los manipuladores que no dan la cara, de la sumisión de los empleados, de los daneses y los islandeses y su entendible resentimiento. Se ríe de la dirección de fotografía, del lucro, la aceptación, las carencias, el conformismo, etc. 

Podría escribir mucho más pero no quiero dar spoilers. Véanla y disfrútenla.

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