Blanco es la segunda parte de la denominada “Trilogía de los colores”, y su significado de trasfondo es la igualdad, esa igualdad un tanto utópica que todo ser humano anhela. Krzysztof, sutilmente, nos demuestra la relación que hay en las tres cintas, con pequeñas escenas que mantienen coincidencias más que captables, y con una intención fresca y metafórica que vuelve a reflexionar sobre los colores de la Revolución Francesa.
Kieslowski, en esta segunda parte, utiliza un tono más cómico para abordar los problemas conyugales de sus personajes. El mismo día en que Julie (la protagonista de Azul) entra a los juzgados parisinos para aclarar una duda sobre su difunto esposo, Karol (Zbigniew Zamachowski), un inmigrante polaco que no maneja muy bien el idioma, celebra el divorcio con su mujer francesa: Dominique (Julie Delpy). Karol cuenta con problemas de impotencia sexual, los cuales lo atormentan a la hora de consumar el placer con su mujer. Esto ha derivado en diversos problemas matrimoniales, por los cuales Dominique ha tomado la decisión de separarse, despojando a Karol de sus bienes y dejándolo en la calle. Karol no es más que un inmigrante sin derechos, y pierde el juicio quedándose ilegal en un país donde el idioma y la idiosincrasia lo marginan. Ha perdido todo, y solo le queda una maleta con un instrumento muy poco convencional: un peine para el cabello, con el cual logra improvisar algo de música para subsistir.


Simbólicamente, el color blanco, al ser una tonada común, no se refleja en demasía como en las otras películas, pero el capitalismo que prima, el vil dinero que manda, la venganza y el giro rotundo de sentimientos/emociones son cautivantes para el espectador.
Una historia de contradicciones, con un final abierto donde primará el amor (para algunos imposible), el orgullo o el poder… juzgue usted.
Algunas personas consideran que es la más floja de la trilogía al no seguir la línea de las otras dos, puesto que el humor es lo fundamental en Blanco, pero no sé si catalogarla como “humor”. Tal vez para algunas personas no logra cautivar como tal género. Personalmente, creía lo mismo al principio, pero al verla nuevamente la he ido valorando cada vez más.
Por otro lado, es imposible dejar aparte la gran banda sonora de Zbigniew Preisner, pieza fundamental en el trabajo del director Krzysztof Kieslowski.
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Oh, la trilogía de Kieslowski...(inserte onomatopeya para el suspiro).
ResponderEliminarLa doble vida de Verónica! También merece la pena verla =)
se despide atte.
una nueva seguidora =)