10/9/11

La buena vida, de Andrés Wood (2008)

El cine chileno, a lo largo de su irregular experiencia profesional, ha seguido una línea llena de vicisitudes y altibajos en cuanto a calidad, público y galardones. En estas tres improvisadas categorías, son muy recordadas algunas producciones que han logrado grandes triunfos en todos los aspectos, como Taxi para tres (2001), La nana (2009) o La vida de los peces (2010), las cuales han logrado no solo representar lo mejor de nuestro séptimo arte en todo el mundo, sino además acaparar un buen número de espectadores en los cines y conseguir un excelente nivel artístico y cinematográfico. Entre ellas es indispensable agregar a La buena vida, la cual, a pesar de no conseguir la aceptación mediática del ingrato público chileno, logró un histórico triunfo en los Goya al ser la segunda cinta nacional en ganar el premio a la Mejor Película Hispanoamericana (ver enlace), que dos años más tarde también ganaría Matías Bize con su ya citada (y subida con anterioridad por nosotros) La vida de los peces.
Teresa (Aline Küppenheim) y su hija.

La buena vida, además de haber sido exitosa y masivamente aceptada en muchos rincones del globo, tiene la gracia de ser un retrato político y socio-cultural del semblante más velado de nuestra capital, de ese Santiago de Chile maltratado en dictadura que hoy se yergue apesumbrado ante la expectación de toda Latinoamérica. Pero al decir que la cinta de Wood nos sirve como acercamiento a su devenir político, no hago referencia ni a partidos ni a banderas, sino a su organización natural y a su pueblo en la más pura definición humana, mostrándonos el daño que la rutina, la competencia capitalista y el individualismo le pueden hacer a una ciudad plagada de historias entrañables y sentimientos opacados por un sistema egoísta y mezquino. Todo esto se sugiere, se hace ver flotando entre huellas y vagos rastros de calidez, que se desprenden de una película aparentemente sencilla, pero llena hasta la raíz de un intenso sentido de humanidad que se refugia en la presentación de un puñado de vidas cruzadas, que luchan por alcanzar sus sueños entre los escombros de nuestra sonámbula capital.
Edmundo (Roberto Farías), peluquero.

La trama, como ya adelanté, se nutre de cuatro historias basadas en hechos reales, acontecidas en cualquier lugar de Santiago o de otra parte del mundo, evocadas por humildes personas que comparten anónimamente su día a día con nosotros. La intención es mostrar poco y proponer mucho, y el objetivo se logra a través de interesantes planos y secuencias, además de actuaciones a la altura de un film internacional en su más noble sentido de universalidad. Teresa (Aline Küppenheim), por ejemplo, es una psicóloga que imparte clases de sexualidad a un grupo de prostitutas, pero que además debe asumir el embarazo de su hija de 15 años (Manuela Martelli) y los problemas afectivos con su ex esposo Jorge (Alfredo Castro), representando así el refrán popular que reza: "en casa de herrero, cuchillo de palo". Por otra parte, Edmundo (Roberto Farías) es un peluquero con mala racha y problemas económicos que debe hacer hasta lo imposible para sobrevivir, con picardía pero con dignidad, mientras Mario (Eduardo Pacheco) es un clarinetista que anhela ser parte de la Orsquesta Filarmónica de Santiago, pero que acaba trabajando por dinero para el Orfeón de Carabineros de Chile, demostrándose en ambos personajes los perjuicios que puede generar en la vida privada una sociedad clasista, arribista y contaminada por una mentalidad de supervivencia personal que no deja tiempo para adentrarse en los problemas del prójimo. Esto es coronado por la solitaria figura de Patricia (Paula Sotelo), una prostituta en decadencia que agoniza de forma huraña sin aceptar ayuda de nadie, ejemplificando el síntoma más agudo y peligroso de nuestro ruin sistema actual.

Mario (Eduardo Pacheco), músico.
Las historias fluyen libremente y Santiago se hace partícipe como un personaje más, intención explicitada por su director en una gran cantidad de entrevistas y conferencias, donde llegó a señalar también que la idea es que "uno entre en un estado emocional por encima de las historias particulares", alejándose de directores como González Iñarritu y acercándose más al Robert Altman de Vidas cruzadas. Además, Wood ha planteado que su cinta es optimista en cuanto al "mundo micro", haciendo referencia al gran contenido humano y afectuoso de sus personajes, pero haciendo también un hincapié en la crítica oculta en su visión más "macro", funcionando como un llamado de atención y alerta frente al tipo de sociedad que se ha intentado crear en Chile después del golpe de Estado de 1973. De esta manera, se configura una película llena de matices e interesantes trasfondos, cumpliendo con la doble misión de revelar nuestra más íntima identidad, a la vez que se da un gran paso a la hora de construir una identidad cinematográfica para nuestro país.

Por todo lo ya mencionado, La buena vida es una película altamente recomendada, portadora de todo lo necesario para atraer hasta al público más exigente. Por si esto fuera poco, cuenta también con la participación del destacado folklorista chileno Chinoy, quien compuso para el soundtrack oficial un conmovedor tema titulado "Para el final" (ver enlace), completando así la lista de cualidades necesarias que toda buena película debería tener.

Por Patricio Contreras N.





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5 comentarios:

  1. wena wena, me sale sin audio

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  2. Hablando con un amigo, me dijo que el audio sale bastante despacio, pero funciona. Atento a los controles de tu reproductor y los parlantes del pc. Avisanos cualquier otro inconveniente. Saludos!

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  3. .....parece que es momento de cambiar de servidor............gracias por el blog

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  4. Ya estamos resubiendo las películas a nuestros nuevos servidores: Wupload y Mediafire. Atento a las reseñas y a las novedades publicadas en: http://www.facebook.com/pasatelapelicula. Saludos!

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