27/11/10

Rojo, de Krzysztof Kieslowski (1994)

Rojo, como se puede entender, es el último episodio de esta maravillosa saga. En ella concluyen las historias anteriores de una manera mágica y alegórica, donde se unen simultáneamente los ideales que conforman la bandera de Francia, representados con sus tres colores bases.

La trama toma el último de los conceptos de la Revolución Francesa, y quizá el fundamental para su entendimiento completo: la fraternidad. Es por eso que era indispensable reunir a las demás historias en el film, ya que muchos detalles de las cintas anteriores cobran mucho más sentido en una película donde lo esencial es el diálogo, la solidaridad y el entendimiento mutuo.

En Rojo, se narra la vida de Valentine (Irène Jacob), una inocente muchacha que ejerce de modelo y mantiene con su novio una difícil relación a distancia, que se lleva a cabo solo por llamadas telefónicas. Esto funciona como contrapunto en la película, ya que postula las contradicciones ocultas en las relaciones amorosas, y plantea derechamente las diferencias que a veces acaban con ellas. En oposición a esto, se narran también otras pequeñas historias que tienen que ver con familias y relaciones conflictivas, donde la intención clara es retratar desde distintos puntos de vista los vínculos humanos. Pero, aunque todo detalle parece aportar algo al film, la historia se sigue centrando en Valentine, quien atropella accidentalmente a la perrita del juez Joseph Kern (Jean-Louis Trintignant), un huraño hombre mayor que esconde una triste historia de amor, de la cual se desprenden traumas que lo llevan a investigar de manera muy resentida el comportamiento humano, tomando negativas conclusiones de su experimento. La relación entre Valentine y Joseph, aunque parte de pésima manera, se va estrechando hasta convertise en el mejor ejemplo de fraternidad, y poco a poco ambos aprenden a conocerse y van descubriendo la clave del amor que nutre a la humanidad.

Mientras avanza la película, todas las pequeñas historias se van fundiendo con la de Valentine y Joseph, creando una ambiciosa alegoría de lo fraternal en el diario vivir, y, con mayor razón en esta última, Kieslowski le da un énfasis total a los detalles, al color rojo como símbolo de la pasión y el amor, y a las pequeñas genialidades que terminan siendo el sello personal de un director estricto y eficiente (ver enlace).

Rojo, como ya se puede apreciar, es el broche de oro de una serie de películas que resultan fundamentales para todo amante del cine, quien gozará de cada elemento que le da vida a la llamada "Trilogía de los colores", y en mi opinión, encontrará su cenit y su pieza clave en esta última entrega. Porque Rojo es de esas películas hechas de puro espíritu y sinceridad, donde uno acaba aprendiendo algo más sobre la existencia, alimentando el conocimiento con un plato delicado pero pleno en fuerza expresiva. Es el testimonio de uno de los cineastas más importantes de la historia, y es, sin lugar a dudas, una obra maestra que nadie puede dejar de ver.


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2 comentarios:

  1. Hola, el link está caído, podrías resubirla por favor llevo raaaaaaato buscándola y nada que la encuentro, te lo agradecería!

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