15/8/11

Dead Man, de Jim Jarmusch (1995)

Uno de los tópicos artísticos y literarios más estudiados en nuestro continente, es la llamada dicotomía entre civilización y barbarie. Es el punto esencial de libros tan importantes como el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento (ver enlace) y el Ariel de José Enrique Rodó (ver enlace). Ambos representan la postura latinoamericana frente a un conflicto que suele ser el eje de nuestros más grandes problemas socio-políticos, y que en Norteamérica no está excento de relevancia. Eso es demostrado por Jarmusch en Dead Man, un "western" moderno que aborda esta misma problemática desde una visión mística, metafísica y sobre todo irónica, ya que el director se introduce en el caos de la ruralidad y las raíces norteamericanas para crear un film lleno de matices, contradicciones y complejos simbolismos.
William Blake (Johnny Deep).

Johnny Depp posiblemente interpreta uno de los mejores papeles de su vida. Su personaje, William Blake, está inspirado en el homónimo poeta inglés del siglo XVIII, con quien guarda una extraña relación. Su compañero, un indio autóctono interpretado por Gary Farmer, es el encargado de guiarlo en su viaje desde la ciudad hasta el Oeste gringo, de su vida de oficinista hasta el sendero del crimen, desde la más estereotipada civilización hasta las profundidades de la barbarie. Esto también nos recuerda El matrimonio del cielo y del infierno de William Blake, del cual también se extraen importantes simbolismos.

Nadie o Xebeche (Gary Farmer).
La historia representa un viaje tanto interno como externo, ya que el paso de la ciudad al Oeste, de la civilización a la barbarie, también involucra un cambio interior en William que lo transforma poco a poco en uno de los asesinos más famosos de la zona, destino profetizado por Nadie (o Xebeche), su indio compañero, quien al conocerlo le predice que sus "poemas ahora serán escritos con sangre", haciendo referencia al poetá inglés y también a la futura destinación del personaje. La transformación de William es en realidad el sentido de la película, que expone el contexto y las situaciones claves que lo convierten en un auténtico salvaje, como su experiencia con el peyote (ver enlace), la asimilación de la vida nativa, la marginalidad con respecto a las leyes, etc. En esto es fundamental el apoyo de Nadie, quien se autodenomina así por la cruel condición que lleva la mayoría de los indígenes contemporáneos, quienes ya no pertenecen directamente a su tribu originaria ni tampoco logran adaptarse a la modernidad de nuestras ciudades. De esta manera, vagan sin rumbo en una especie de limbo, en su propio vacío de no-ser, de ser "nadie" tanto en la teoría como en la práctica.

Visualidad y trabajo conceptual.
Como se puede apreciar, detrás de la proyección superficial del film, se esconden un sinfín de detalles de hondo significado, como la decisión de grabar completamente en blanco y negro, acentuando las dicotomías y las contradicciones de la historia. También hay que estar atentos al soundtrack interpretado por el gran compositor norteamericano Neil Young, especialista en rock y folk experimental, quien grabó la música de la película improvisando mientras veía la primera edición de la misma.

Es así como Dead Man se va transformando en un gran caleidoscopio cultural, un ejemplo cinematográfico del mejor uso de la intertextualidad y la interculturalidad. Es una cinta compleja donde los personajes están increíblemente trabajados, el guión es una caja de sorpresas y el resultado acabó por ser una de las mejores películas de los 90'.

Por Patricio Contreras N.


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